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Psicóloga Lorena Diaconescu – Entre la emoción y la razón

A menudo escuchamos la expresión „Estoy estresado„, y nada suena inusual, especialmente después de dos años de pandemia, conflictos militares globales y en anticipación de una posible crisis económica. El estrés prolongado es lo que nos hace experimentar cada emoción negativa de manera vívida y exagerada. Si analizáramos los comportamientos, creencias y actitudes personales que teníamos hace dos años y los comparáramos con los que tenemos ahora, notaríamos una serie de cambios, y la ansiedad es probablemente lo que la mayoría de las personas tienen en común hoy en día. Por lo tanto, la impaciencia, la irritabilidad y la ira se manifiestan con más fuerza, y a veces incluso vemos cómo nuestra forma de relacionarnos con los demás se ve afectada. Tendemos a observar los cambios de ánimo de quienes nos rodean, especialmente los miembros de la familia, y les atribuimos diversas deficiencias sin darnos cuenta de nuestros propios cambios.

En los dos años de la pandemia, hablando con niños, adolescentes y padres, encontré que muchos miedos están relacionados con un futuro que parece bastante impredecible en muchos niveles y los problemas de comunicación que las generaciones tienen, especialmente a medida que ha aumentado la impaciencia o la intolerancia a la frustración.

La mezcla de emociones no saludables ha cambiado las relaciones y la calidad de vida de muchos, pero no importa cuán conscientes seamos de que este período terminará en algún momento, es importante saber cómo enfrentarlo para que podamos obtener algo de esta experiencia. Por otro lado, muchos padres sienten culpa o impotencia porque no saben qué explicaciones razonables y tranquilizadoras ofrecer a sus hijos con respecto a conflictos militares u otros peligros discutidos en todos los entornos que los niños frecuentan o escuchan en la televisión. Qué se debe hacer? En primer lugar, debemos saber que el pasado es el mejor predictor del futuro, por lo que debemos observar cómo las personas han enfrentado desafíos a lo largo de la historia y cómo nosotros mismos hemos lidiado en situaciones difíciles. En segundo lugar, es necesario equilibrar las emociones para que, como adultos, podamos ser de apoyo para los niños. Cómo alcanzamos este equilibrio? Analizando, templando y normalizando nuestras propias emociones, y si nos resulta difícil, podemos hacerlo con la ayuda de un psicólogo o un psicoterapeuta. En tercer lugar, debemos prestar atención a las pequeñas alegrías o metas a corto plazo, porque, como sabemos, construir planes y enfocarse en la estrategia nos ayuda a equilibrarnos emocionalmente y movilizarnos.

Aunque recientemente un padre me dijo que se siente naufragando en un océano de emociones y cree que él mismo no sabe cómo lidiar con ello, noté en lo que compartió que encontró formas adecuadas de apoyar a su hijo. Lo que al adulto le faltaba era retroalimentación, autoequilibrio y ánimo para continuar. Cuando descubrimos que tenemos recursos personales sin explorar y una gran capacidad de resiliencia, es como encontrar un cinturón de seguridad, y así comenzamos a sentirnos más seguros en nosotros mismos.

Cuídate de tu salud física y mental!

Psicóloga-Psicoterapeuta Lorena Diaconescu

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